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Abrazo Misterioso

by Javier


Las reuniones en casa de Gabriel eran frecuentes en aquella época de estudiantes. Nuestro grupo de compañeros de universidad gustaba de las reuniones en las que se toca la guitarra y se bebe hasta bien entrada la noche. Como era ya costumbre, unos dormían en los cuartos y otros sobre los colchones que Gabriel acomodaba en su sala. Aquella noche los asistentes eran los de costumbre, pero había alguien más: Francisco, el hermano de mi mejor amiga. Él es muy simpático: piel clara, pelo castaño oscuro, velludo, con unos lindos ojos color café. Mide 1.75 mt, pesa como 150 lb, con unos brazos muy fuertes y piernas de dios griego, tal como a mí me gustan. Es increíble que a pesar de tales atributos, la idea de su presencia me molestaba, como si rompiera la exclusividad de nuestro grupo. Era como la 1 de la madrugada cuando el sueño, el cansancio y el licor me dominaron y simplemente, con todo y ropa, caí sobre uno de los colchones. Me viré para dormir de lado y así evitar la fuerte luz que emanaba la lampara junto a mis amigos reunidos. Mientras me quedaba dormido, oía como los otros seguían discutiendo de la amistad, el amor y otras cosas que las copas recuerdan. Debe haber sido como las 8 de la mañana cuando desperté exactamente en la misma posición en la que me dormí. Lo primero que sentí era el silencio de la sala, como si nadie más estuviera en el departamento. Alguien me había cubierto con una pesada cobija, lo cual agradecí pues las noches allí eran muy frías. De pronto, noté algo raro: unos grandes y musculosos brazos rodeaban mi pecho y a mi espalda, un gran cuerpo se había pegado al mío en un estrecho abrazo. No sabía quién era, pero lo que sí sabía era que con pequeños pero fuertes movimientos, rozaba su ya erecta verga contra mi culo. Sabía que su verga debía ser muy grande ya que podía sentirla a pesar de las gruesas chompas que llevábamos puestas y que separaban nuestros cuerpos. Al principio no supe como reaccionar, pero poco a poco me fui deleitando de la situación, así que decidí hacer mi propia jugada. No sabía si había alguien más en la sala, por lo que muy despacio, coloqué mi mano sobre su pierna y la halé hasta que quedara sobre la mía y así poder sentir su culo; era firme y voluptuoso, digno de ser tocado, lo cual hice hasta saciarme. No me importaba quién era ese hombre; lo único que quería era continuar, ir más allá y poder sentir su piel desnuda junto a la mía. La excitación de ambos crecía. Mi verga en toda su magnificencia, luchaba por liberarse del ajustado pantalón que la retenía, y al parecer mi acompañante sabía eso por lo que deslizó su mano hasta llegar a ella y liberarla de su prisión. Él la tocó con suavidad, como descubriendo su forma lo cual no hacía más que aumentar la excitación del momento. Yo quería hacer lo mismo así que, con mi mano sobre su paquete, logré abrir su pantalón para poder sentir su gran sexo. Tenía una glande similar a un perfecto champignon. Mientras lo tocaba, unas gotas de su precum lo lubricaron para mejorar la sensación, al mismo tiempo que a mi me pasaba lo mismo. Era un punto sin retorno. Aún a mis espaldas, y con uno de sus brazos todavía abrazándome, nuestros cuerpos empezaron a sincronizar los movimientos que cada vez eran más fuertes. Nuestras manos llenaban de placer a las calientes vergas, hambrientas de sensaciones más fuertes. Poco a poco la excitación fue creciendo. Ambos nos masturbábamos con fuerza. Él me abrazaba cada vez con más vigor y su lengua empezó a deleitar mi nuca, descubriendo puntos que no hacían nada más que aumentar mi deseo. Tomé su mano y la empecé a lamer. Los vellos de su muñeca eran negros y gruesos. Era una mano fuerte, de hombre. En ese momento sé que lo único que ambos queríamos era ser uno. Podía sentir su respiración en mi nuca, cada vez era más fuerte. Aunque yo hubiese querido gritar del gusto, no podía ya que seguramente me hubieran oído. De todas maneras, el peligro de ser descubiertos y el no saber quién era mi frenético amante aumentaba el placer, la excitación...el deseo. De pronto noté que él perdía el ritmo, sus movimientos eran más fuertes, más rápidos; su cuerpo se estremeció hasta que por fin, su semen salió como un fuerte chorro de su verga, abundante y caliente mientras un jadeo que sólo yo pude escuchar fue emitido por mi misterioso acompañante. Al sentir esto, mi cuerpo ya no pudo más y terminé por expulsar con fuerza mi propia leche, como si hubiera estado presa por mucho tiempo. Nos tomó unos minutos el poder recobrar el aliento, pero mientras tanto fue hermoso el que me siguiera abrazando con sus fuertes brazos. Después de un rato, cerré de nuevo mi pantalón mientras él hacía lo mismo para luego reanudar el abrazo. No tenía prisa por saber quién era él, sólo quería perpetuar ese momento todo lo que fuera posible. Después de algún tiempo se escuchó que alguien salía de uno de los cuartos. Enseguida nos separamos. Era Gabriel. - Hora de levantarse!!- gritó. No había salida, lo único que me quedaba era dar la vuelta y ver quién era mi amante. Cuando lo hice, mi asombro fue indescriptible. - Buenos días - me dijo Francisco con una sonrisa en sus labios - lograste dormir bien? Desde ese día, un nuevo miembro se unió a nuestro grupo de amigos. Si quieres comentar esta historia, escríbeme a: pjavier@letsmakelove.com

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